Podríamos definir incertidumbre como “aquel conjunto de realidades o hechos que tienden a sacarnos de nuestra zona de confort, porque no responden a nuestras rutinas organizativas o personales”. La incertidumbre nos produce desconcierto y desánimo.

Los problemas a los que se enfrentan las economías emergentes desde el inicio del año o el conflicto Ucrania-Rusia, ha afectado a los mercados, creando incertidumbre también en los propios inversores.

Debemos tener en cuenta que gran parte de las decisiones que tomamos en el día a día no están exentas de incertidumbre, por ejemplo, cuál será el tipo de interés en el futuro, cómo afectará a mi hipoteca, a mi préstamo, ¿seguirá bajando el precio de la vivienda?, etc.

Nuestra propia vida tiene una duración limitada, es completamente común plantearse en qué situación económica llegaremos a la jubilación, si es necesario contratar un plan de pensiones o no, etc. La incertidumbre, por lo tanto, juega un papel muy importante a la hora de tomar decisiones económicas.

Y la pregunta es ¿cómo gestionamos esa incertidumbre a la hora de invertir? La respuesta está en dos actitudes que deberíamos resaltar: la serenidad y la resiliencia.

– La serenidad. Porque en estas situaciones no es recomendable tomar decisiones rápidas, hay que apostar por la calma, pensar con la cabeza, analizar todas las opciones y luego decidir. Tener una visión larga de la jugada, la inmediatez en tiempos de incertidumbre significa visión corta y en ella, todos somos deficitarios.

– La resiliencia. En general, tenemos que aprender a gestionar el estrés que nos provoca la preocupación o la ansiedad por el devenir, por intentar adivinar qué va a pasar, y esto es a lo que llamamos resiliencia: la capacidad de afrontar la adversidad, la capacidad que nos permite hacer frente a las contrariedades sin caer en la desesperación ni en la impaciencia, sino manteniendo una actitud reflexiva que permita valorar y ver la magnitud del problema, buscando la toma de decisiones desde la calma y la reflexión.

Y una vez interiorizado este proceso, debemos saber que, en función de la mayor o menor disponibilidad de la persona a exponerse al riesgo así también se tomará una u otra decisión, pero esto sucede, como ya hemos visto, en cualquier aspecto de nuestra vida. Lo que para unos es un riesgo para otros es una oportunidad y a la inversa.

 

Ana Purificación Rodríguez Santos

Socia Directora y Coach Ejecutiva y de Equipos en DTB Consultores