El proyecto Eurovegas vuelve a la palestra, y esta vez para quedarse, o eso es lo que se desprende tras el anuncio de la empresa ‘Las Vegas Sand’ de haber registrado el proyecto final y oficialmente en Madrid. Esto supone asentar un primer y decisivo paso en la construcción del que sería el casino más potente de todo el viejo continente.

Y es que la presentación del proyecto es el requisito previo al inicio de la construcción del complejo, sometido, eso sí, a concurso público, y cuya primera piedra se prevé que se ponga a finales de 2013 en los terrenos de la Venta La Rubia de Alcorcón. Todo ello con una inversión inicial de 9,6 millones de dólares en cuatro hoteles, con espacios para congresos, bailes, deportes y, previsiblemente, solo con un 15% de juego.

Como no podía ser de otra manera, el proyecto presentado incorpora un estudio sobre el impacto económico que supondría la existencia de Eurovegas en Madrid, destacando las que -a priori y para los partidarios de la creación de este gigantesco complejo-  serían las previsiones  de empleo relacionadas de forma directa o indirecta con Eurovegas, esto es: 50.000 puestos de trabajo solo para la construcción, que ascendería hasta los 250.000 si se suman empleos directos, indirectos y aquellos vinculados al desarrollo de sucesivas fases del complejo. Unas cifras que se tornan muy golosas comparadas con los 5,9 millones de parados que confirma la EPA para el segundo trimestre del año.

Hasta aquí la visión digamos ‘dulce’ del asunto pero si la empresa del magnate estadounidense, Sheldon Adelson, solo tiene previsto aportar para la primera fase el 35% del capital necesario, si a pesar de la mejora del PIB en el último trimestre del año el país sigue en recesión (-0,1%), y si no dejan de surgir voces autorizadas en contra de la construcción de Eurovegas… ¿Cómo conseguir el 65% restante (más de 10.000 millones)? Aunque se empiece a abrir el grifo del crédito, el sistema financiero español continúa con importantes limitaciones.

A largo plazo, la compañía de Adelson busca un retorno del 20% de rentabilidad. Cifra muy optimista que respaldan los partidarios de la propuesta. Éstos se agarran con fuerza a la idea de que las inversiones con mejores resultados se hacen en las peores crisis, aun así, otros defienden que a largo plazo este aparente dulce puede acabar amargando la economía regional madrileña y, por extensión, la nacional.