Álex Fusté, economista jefe de Andbank, da respuesta a las preguntas que surgen en torno a las últimas medidas proteccionistas anunciadas por la Administración Trump y la respuesta de China, así como el impacto que pueden tener en los mercados, una materia de la que ya ha realizado análisis desde que el proteccionismo empezó a percibirse como un riesgo para los mercados

¿Es contundente la respuesta de China?

A pesar de las apariencias, la respuesta de Beijing sí ha sido contundente. Tarifas a productos por valor de US$ 3.000 millones parece poco contundente si lo comparamos con la amenaza de Trump de aplicar tarifas por valor de 60.000M. Sin embargo, la respuesta de Beijing parece ser muy hábil, mientras que los EEUU parecen actuar erráticamente, o cuanto menos, con muchas dudas. ¿Por qué? Se suponía que ayer era el día en el que los EEUU debían imponer duras restricciones comerciales a China tras varios meses de investigación (sección 301) en relación con las prácticas predatorias de Beijing sobre la propiedad intelectual y transferencia tecnológica. Bien, lo que vimos fue una promesa de aplicar tarifas de hasta el 25% en una lista indeterminada de productos que podría representar unos ingresos para los EEUU de hasta 60.000 millones y cuyos detalles no sabremos hasta dentro de 15 días.

Fíjense bien en los términos: promesa de tarifas, hasta el 25%, lista indeterminada de productos, 15 días para los detalles, etc. Desde luego, convendrán conmigo si les digo que no se puede hablar ahora mismo de medidas específicas en el anuncio de la Administración Trump; lo que me hace pensar que hay muchas dudas en Washington en su intento de castigar a Beijing. Demostración de lo que digo es que hemos sabido esta noche que el departamento del Tesoro dispone ahora de 2 meses para definir un plan para regular la inversión china (relacionada con la industria tecnológica) en los EEUU. Nada estaba calculado.

¿Son exagerados los titulares sobre una posible guerra comercial?

Depende. Una cosa me llamó especialmente la atención ayer. El despido de Mc Master como asesor para la seguridad nacional fue una noticia preocupante. Si bien algunos ponían a Mc. Master en la línea de Jim Mattis, defensor de la tesis de que los EEUU y China están en una pugna por la supremacía tecnológica, haciéndose necesario recortar a la mínima expresión las transacciones tecnológicas con países asiáticos, la verdad es que Mc Master formaba parte del ala moderada de la Casa Blanca.

Su substitución por el ultra-hawk John Bolton puede reflejar sólo dos cosas:

  1. Que en realidad Trump no tendría una estrategia en materia de seguridad nacional para con China, y simplemente buscaría llenar la Casa Blanca de gente con posturas más belicosas. De esas que pueden dar votos en las elecciones  de medio término en noviembre.
  2. Que en realidad Trump sí tiene una estrategia de seguridad nacional y una estrategia para China, y que ésta precisa de gente más inclinada hacia el lado de las acciones que de la retórica.

En función de cuáles hayan sido los motivos reales de este movimiento, tendremos un entorno más o menos proclive a una guerra comercial amplia. Quiero pensar en la primera opción como tesis principal. La segunda no augura nada bueno.

¿Le interesa a China entrar en esa guerra?

Si con ello aísla a los EEUU, atrayendo a la UE hacia la esfera de Beijing, la respuesta es sí.

China ha reaccionado de forma mesurada, atendiendo a las cifras y a los productos afectados, pero muy contundente en términos de señalización. El ministro de comercio chino anunció ayer tarifas en productos tales como el vino, aluminio reciclado, fruta y cerdo. ¿Por qué digo que esta es una respuesta mesurada y contundente al mismo tiempo? Porque estoy convencido (y Washington también) de que Beijing tiene una lista específica y mucho más larga de productos potencialmente objetivos para que se apliquen tarifas. Primordialmente productos agrícolas, con los que podría infringir un gran daño a los productores del Mid West de los EEUU, y con ello, a Trump.

¿Por qué Beijing no ha querido infringir –o mostrar- todo el dolor potencial sobre Trump? Esta respuesta de Beijing, a buen seguro, ha sido perfectamente calibrada. Miren, las decisiones siempre se utilizan para enviar señales, y las señales que Beijing estaría enviando con una respuesta tarifaria por un valor de sólo 3.000 millones de dólares son esencialmente tres: (1) Responderemos. (2) Tenemos más capacidad para golpear. (3) No queremos una escalada de la confrontación.

¿Cómo puede afectar a los mercados?

El riesgo de todo esto (siempre hay riesgos) es que China pretenda aparecer como “el buen chico” que defiende las reglas del juego. ¿Por qué? Simple. Porque ni lo es, ni creo que eso agrade especialmente a Washington. Y la pregunta que me hacen sobre si esto puede afectar negativamente a los mercados tiene que ver con lo que acabo de decir.

Si los EEUU desvelan finalmente su lista de productos y tarifas (Section 301) y ésta no es demasiado punitiva, Beijing podría limitar su respuesta a los cuatro productos referidos hasta hoy. Las espadas estarían en alto pero el efecto real sería más cosmético que otra cosa. Eso debiera calmar los ánimos en los mercados. Si la lista de tarifas publicadas por Washington en 15 días es excesivamente punitiva, y con ello me refiero a intentar rebajar el déficit comercial en 60.000-100.000 mill. anuales, entonces Beijing responderá con toda la batería. No me gustará estar expuesto a los mercados en este entorno.

Este es un análisis muy complejo; y en cierto sentido,  fuera de mi alcance. Todo va a depender de los grupos y coaliciones que se formen. Mientras que China tiene capacidad para enfrentar tensiones con países a nivel individual, incluso con los EEUU, no podría hacer frente a un esfuerzo concertado entre países desarrollados, que persigan restringir el mercantilismo estatizado de Beijing o la manipulación cambiaria.

¿Se formará esta coalición que “domestique” a China? ¿O más bien asistiremos a acciones unilaterales? No sé si la decisión de Trump de eximir a la UE y otros países en la aplicación de los aranceles al acero persigue precisamente ese objetivo de formar un frente común que obligue a Beijing a acatar la homogeneización de las prácticas industriales. ¿Sinceramente? Creo que no. Intuyo que la decisión de eximir a la UE en el pago de tarifas tuvo que ver con las fuertes presiones de los líderes empresariales en los EEUU y de los propios republicanos en el Congreso para dejar a la UE fuera de las tarifas. La Casa Blanca cedió y otorgó finalmente las exenciones, pero estableció unas condiciones: los países que exportan metales a los EEUU deben aceptar un límite en el volumen exportado, un cap, fijado en los niveles de 2007, año de máximo volumen. Cosa que no agradó a Alemania.

En este sentido, no podemos ignorar el contacto que Merkel y Xi Jinping mantuvieron recientemente en el marco del encuentro de ministros de finanzas del G20 en Buenos Aires. La canciller alemana llamó al presidente Xi Jinping y eso resultó en una declaración conjunta de que ambos países, junto con el G20, trabajarían para reducir la sobrecapacidad global en el mundo del acero. Hay quien interpreta eso como una decisión unilateral de Alemania de rechazar los esfuerzos de los EEUU de formar una coalición anti-China, y por lo tanto, pasaría a ser un éxito de Beijing de alejar a Europa de los EEUU. Creo que eso no es bueno. Definitivamente, no lo es.

 

Cordiales saludos.