Rindámonos a la evidencia. El hombre sigue siendo un lobo para el hombre cuatro siglos después de que el filósofo inglés Thomas Hobbes lo reconociese públicamente. Si no,
no se explica que la evasión de impuestos sea el pan de cada día en nuestra sociedad y que en la mayoría de los casos pase sin pena ni gloria, -en realidad transcurre más bien con gloria que con pena-. La evasión fiscal es una sólida realidad en España, donde convive de múltiples formas, tamaños y colores. Según los datos del último Informe de Tax Justice Network sobre “El Coste del abuso fiscal”, fechado en noviembre de 2011, el 22,5% del PIB del Estado escaparía al control del Fisco.Aún así, encontramos porcentajes superiores de fraude en países como Grecia (27,5%), Italia (27%), Rusia (45%) o incluso Bolivia, rozando el 66% de su PIB, lo que traducido a dólares representaría cerca de 3.000 millones.

Estados Unidos tampoco se libra del fraude en sus cuentas con Hacienda. Se calcula que hay 300.000 millones de dólares fuera del control del Fisco. En proporción a su PIB sería del entorno del 8,6%, lo que excedería incluso al dinero presupuestado en 2011 para el programa sanitario Medicaid, destinado a gente sin recursos y a personas discapacitadas. Pero los datos de Tax Justice Network llegan más lejos. Del estudio de 145 países que representan el 98.2% del PIB mundial, se extrae que, como media, el 18% de la economía mundial está fuera de control fiscal.

Ante estas cifras, ¿se sienten los españoles especialmente afectados por la corrupción y el fraude? El último barómetro del CIS, de abril de 2012, dejaba claro que hay demasiados problemas encima de la mesa, especialmente en clave económica, como para preocuparse por dichas evasiones. En concreto, el principal hito que le quita el sueño a los españoles es el paro, según un 62,5% de los encuestados. Le siguen los problemas de índole económica con un 18,8% y la clase política y los partidos políticos con un 6,2%. La corrupción y el fraude quedan relegados a una cuarta posición, nada desdeñable a priori.

Ahora bien, si pasamos de conceptos generales a particulares, es decir, si concretamos lo que más le afecta personalmente a cada español, la caída de posiciones de la evasión fiscal es galopante. Mantienen sus puestos en el ranking el paro y los problemas económicos per se, se unen las pensiones, le siguen los problemas relacionados con la calidad del empleo, la clase política y los partidos políticos, la educación, sanidad… hasta llegar al puesto decimotercero, ocupado, esta vez sí, por el fraude y la corrupción.

En un entorno global, existe conciencia social del problema de la evasión fiscal, aunque no de la injusticia y competencia desleal que suponen estas prácticas, no siempre ilícitas. Artificios habituales como la alteración de precios y las facturas falsas provocan que los países en desarrollo pierdan cada año 120.000 millones de euros en impuestos que dejan de cobrar a las empresas que operan en su territorio. Una grave realidad que reconoce InspirAction, organización internacional de desarrollo que lucha por erradicar la pobreza global concienciando del coste de la evasión fiscal. El resultado de estas prácticas, cada día más extendidas, no puede ser otro que el de una puesta en entredicho de la política fiscal de cada uno de los Estados del planeta.