En la última semana el coronavirus ha seguido extendiéndose en número de afectados y de víctimas, y de forma exponencial aún en muchos países. Y con la enfermedad, las medidas de confinamiento, ampliadas en tiempo en algunos lugares en los que ya estaban vigentes y con otros Gobiernos que se han ido sumando a las restricciones de movilidad. Aunque el flujo de noticias desde el virus sigue siendo negativo, también es cierto que podríamos estar empezando a atisbar algunas señales de mejora. Wuhan, en el origen de la epidemia, ha anunciado la vuelta a la “normalidad” para primeros de abril, y en Italia, seriamente afectada, el ritmo de aumento de los contagiados parece comenzar a desacelerarse. Más cooperación sanitaria sería igualmente deseable.

Mientras esperamos a que se confirmen las señales de eficacia de las medidas adoptadas, la actividad de los Gobiernos y bancos centrales se adelanta y multiplica, desplegando muchas y potentes medidas.

En cifras, lo anunciado a la fecha supone ya un estímulo fiscal agregado próximo al 3% del PIB mundial (por encima del de la crisis 2008-2009, que estuvo en torno a un 1,6%), al que añadir créditos y avales próximos al 10-15% del PIB en muchos países europeos. Medidas que pretenden aliviar la pérdida de ingresos que se está produciendo, y va a producirse, hasta una normalización de la actividad. Es difícil en este punto cuantificar cuán profunda y duradera va a ser la recesión. La mayor parte de las estimaciones apuntan a una dramática caída del PIB en el primer y segundo trimestre, distinto según geografías, seguido de un tercero de recuperación. Dicho esto, parece sensata cierta cautela sobre la velocidad y la intensidad a la que la confianza de consumidores y empresarios, la voluntad de comprar, invertir y contratar pueda recuperarse. La visibilidad macro y microeconómica es ciertamente limitada.

Desde los bancos centrales, a lo comentado la semana anterior se han sumado nuevas medidas de todos, sin excepción. Más bajadas de tipos, inyecciones adicionales de liquidez, mayores compras de activos, esquemas de apoyo al crédito de empresas y particulares… Más allá de la enumeración de lo anunciado, creemos más importante la voluntad inequívoca de los principales bancos centrales, FED y BCE: “harán todo lo que sea necesario”. Coordinación monetaria con firmeza y flexibilidad en límites e importes resultan esenciales para la recuperación de la renta fija, del crédito, y ya están ahí.

Medidas que ya han logrado algunos resultados en los mercados. Y son muy relevantes los vistos en el mundo de la renta fija, con primeras señales de estabilización en el mercado interbancario, con reducción de la prima de riesgo de los países periféricos, con menor tensión en los mercados de crédito, particularmente entre las empresas de mejor calificación crediticia, cierta reducción de la volatilidad. Señales aún tentativas, pero que se producen en el mercado esencial, el del crédito, que tradicionalmente ha sido precursor de mejoras de mercado más amplias.

Las incertidumbres no desaparecen, y aunque seguimos a la espera de la mejora de lo importante, las cifras médicas, valoramos positivamente las medidas y las primeras señales de estabilización antes comentadas. Mantenemos así, a grandes líneas, nuestro mensaje de la nota previa: visión constructiva para los mercados en el medio plazo, acompañada de cierta cautela en el corto, compatible con un aprovechamiento de oportunidades puntuales con una aproximación aún defensiva.