La crisis económica y financiera que arrastramos desde 2007 ha removido los cimientos del sistema financiero mundial. El brutal impacto que la crisis ha tenido en economías y familias ha cambiado la imagen de un sector entero ante la sociedad: la banca.

Cuando se nos vino encima el desplome económico y la desconfianza de los mercados, la primera reacción fue demonizar a las entidades financieras y encarnar en ellas gran parte de la responsabilidad del frenazo financiero que nos sacó de nuestra época de vino y rosas. Y así, hubo quien culpó a las entidades de haber involucrado a inversores inexpertos en productos de riesgo, haber dado crédito libre para permitir al ciudadano vivir por encima de sus posibilidades y,al final, habernos hecho pagar a todos la factura de una fiesta de la que solo hemos disfrutado, una mayoría, de refilón. Una de las opciones que se planteó fue la necesidad de separar la banca de inversión de la banca comercial para que particulares inocentes que solo quieren suscribir un plan de pensiones, entrar en un fondo de inversión conservador o tener su dinero en un depósito, no se vean arrastrados en el torbellino incierto y arriesgado de los mercados y los productos financieros complejos.

Pasados algunos años, las cosas han reposado algo. Las autoridades han puesto en marcha un debate internacional y distintos planes de reforma del sistema financiero en las áreas geográficas más afectadas. En Estados Unidos, la Ley Dodd-Frank, en Europa el informe Liikanen, que proponía una separación radical entre banca comercial y de inversión, por citar solo algunas ideas que están en marcha.

La ley Dodd-Frank de reforma financiera y de protección de los consumidores, entró en vigor en Estados Unidos en julio de 2010, bajo mandato de Barack Obama. El objetivo de esta norma era acometer una profunda reforma financiera abarcando casi todos los aspectos de esta industria, como respuesta a la peor crisis financiera desde la gran depresión, para devolver a los inversores la confianza en la integridad del sistema financiero. Y, para ello, establece, entre otras muchas, disposiciones enfocadas a proteger a los consumidores, evitar el riesgo sistémico, poner fin al rescate estatal de entidades, regular las agencias de calificación y la famosa ‘regla Volcker’: prohibir a los bancos que tengan apoyo financiero del Estado, hacer apuestas en el mercado con fondos propios.

La percepción de los expertos también va girando lentamente. Se empieza a vislumbrar que la banca comercial no está libre de riesgos, se dictan medidas para dotar de un cierto control a determinadas prácticas en este ámbito, como el límite de rentabilidad impuesto a los depósitos por el Banco de España para que la situación general de la entidad no se vea comprometida en momentos difíciles por haber sido generosa en el rendimiento a la hora de captar clientes en tiempos de bonanza. Ni los malos son tan malos ni los buenos son tan buenos. El propio comisario europeo de mercado Interior, Michel Barnier, reconocía estos días que “la crisis financiera ha mostrado claramente que los bancos que se han embarcado en un riesgo excesivo han sido de diversos tipos, independientemente de su modelo de negocio”. Cuesta sostener la demonización a la banca de inversión en casos como el español, con un sistema bancario con un peso muy importante de banca comercial,y que ha requerido un rescate milmillonario por parte de Europa.

Pero aún no está claro cómo va a quedar dibujada la actividad del sector financiero en las próximas décadas, más allá de la concentración que, ya desde hace un par de años, estamos viendo en el mapa bancario.¿Será un sector más controlado desde Gobiernos, reguladores o autoridades comunitarias?¿Tendrá el BCE un control total para supervisar de forma real a los bancos europeos?¿servirá el supervisor único para evitar crisis como la que se fraguó en 2007?¿Quedarán claramente diferenciados dos mundos financieros: el de particulares y el de inversores profesionales?¿Servirán las nuevas regulaciones para mantener los riesgos del sector bajo control y evitar explosiones financieras, rescates y bancos malos?¿La complejidad de estas normas hará impracticable su aplicación o su éxito?¿Quedarán abolidos para siempre los bonus millonarios de ejecutivos que, con su gestión, han contribuido a que muchas familias pierdan el dinero de sus inversiones?¿Estarán más seguros los particulares, ahorradores, inversores profanos y profesionales?