Playa, pantanos habilitados, piscinas o, incluso, una manguera si no tenemos mejor opción… Cuando llega el verano solo buscamos las mejores formas de refrescarnos. Pero, ¿y si nos salimos de lo habitual y buscamos verdaderos paraísos naturales en los  que darse un baño es todo un placer? Las piscinas naturales, con sus cascadas, sus saltos de agua, sus aguas cristalinas… se convierten en todo un lujo en plena naturaleza. Las hay de agua dulce, salada, fría, caliente… Aquí te dejamos algunas de las mejores que hay en el territorio nacional.

Las Presillas (Madrid)

A los pies de la Sierra de Guadarrama, a unos 90 kilómetros de Madrid, se encuentra Las Presillas, compuesta por tres piscinas naturales de diferente profundidad en el río Lozoya.  Se trata del lugar ideal para estar con la familia, ya que además de la zona de baño, el área está compuesta por amplias explanadas de césped, mesas para comer, quioscos, aseos… Y todo, con espectaculares vistas del Pico Peñalara de fondo. Eso sí, la temperatura del agua no agrada a todo el mundo. Hay que estar dispuesto a sumergirse en un caudal bastante frío.

Arenas de San Pedro (Ávila)

La Sierra de Gredos acoge estas piscinas naturales, ubicadas en el cauce del río Arenal. Concretamente, existen dos pozas, una es para adultos y la otra para los más pequeños. Sus aguas son tan cristalinas que puedes ver cómo los peces continúan con su nado entre los muchos bañistas que aquí se acercan cada verano.

La garganta de los infiernos (Cáceres)

El Valle del Jerte no es solo famoso por sus cerezos en flor. Además, acoge estas espectaculares piscinas naturales. El acceso no es precisamente fácil, pero podremos conseguir un plano en el Centro de Interpretación de la reserva natural. Eso sí, una vez lleguemos nos daremos cuenta de que el esfuerzo de unos 3 kilómetros de caminata habrá merecido la pena: pilones (concretamente 13 piscinas naturales), cascadas, saltos de agua… Solo disfrutar de las vistas ya es impresionante.

La Fontcalda (Tarragona)

El río Canaletes, entre la Sierra de Pàndols y la Serra de Cavalls, ubica al que fue uno de los centros termales de peregrinaje a mediados del siglo XIX, la Fontcalda. Ahí, en uno de los estrechamientos del río por un cañón se han creado diversas piscinas naturales cuyas aguas contienen sulfato magnésico, cloruro sódico y carbonato cálcico.

Termas de Ourense

La orilla del río Miño se convierte en un verdadero circuito termal al aire libre gracias a distintas pozas creadas de manera natural. Además del disfrute que supone darse un baño en estas piscinas naturales, su agua de mineralización débil está indicada para afecciones reumáticas. También, para heridas y afecciones de la piel. Al contrario de lo que pasaba con las Presillas, estas aguas, por su condición de termales, no están precisamente frías… ¡ni mucho menos! Tampoco en verano. Y para quienes no quieran adentrarse en sus aguas templadas, pueden dejarse sorprender, simplemente, por las vistas de estos humeantes manantiales por los que baja un amplio caudal de agua.

Charco Azul (La Palma)

Tres son las piscinas naturales formadas aquí: una grande, una infantil y la denominada “Charco de las Damas”, además de una bonita cascada. El agua, como no podía ser de otra manera en la isla, marina. Están situadas entre la Playa Blanca y Las Salinas de Janubio. Además, la zona cuenta con duchas, restaurantes, vestuarios y sombrillas. Sin duda, un día perfecto.

Y tú, ¿en cuál te refrescas?