Numerosas concentraciones, fusiones e integraciones se han ido sucediendo en el marco de la reforma financiera, una oleada de reestructuraciones que no ha tocado fin. La ola de fusiones está su punto más alto, buscando cumplir los objetivos de balances impuestos por el Gobierno. Aunque algunos expertos avisan que no es suficiente con esto, y la restructuración bancaria necesitará otra vuelta en el futuro. Por ahora, la desaparición progresiva de las cajas de ahorros al reconvertirse con unos u otros criterios en bancos ha sido la operación más visible, pero aún gotean fusiones bancarias que arrebatan el liderazgo de las cuotas de mercados de otras entidades financieras en aquellas comunidades por las que pasan, como con la reciente fusión entre CaixaBank y Banca Cívica.

La entidad resultante de esta operación se convertirá en la líder en cuota de mercado por oficinas de las comunidades de Cataluña, Andalucía, Baleares, Canarias y Navarra. ¿Pararán aquí el proceso? El vicepresidente y consejero delegado de CaixaBank, Joan María Nin, descarta iniciar nuevas fusiones de forma inmediata tras la acordada, ya que por el momento y gracias a esta fusión han adelantado sus objetivos del plan estratégico hasta 2014, llegando a superar el 15% de cuota de mercado nacional en el negocio minorista. Así, con una única operación, CaixaBank se convierte en la principal entidad financiera de España, con un impacto positivo en el beneficio por acción desde 2013 y un aumento de más del 20% para el año 2014.

La otra cara de cualquier fusión es la que va ligada a los ajustes a la baja en la red de sucursales, lo que viene a significar una reducción de plantillas, dato que aún no se ha concretado para esta última fusión. De seguir con más reestructuraciones en el mercado financiero español, su recorte anual podría superar la cota máxima alcanzada entre 2008 y 2009 cuando se pasó de los casi 280.000 empleados en bancas y cajas a los algo menos de 270.000 que se contabilizaron a finales de 2009.

La reestructuración bancaria también sigue en marcha con el anuncio de la integración de Caja España-Duero con Unicaja por la que el grupo Unicaja/Ceiss tendrá unos activos totales aproximados de 80.000 millones de euros y un volumen de negocio bancario de 120.000 millones de euros. La operación tendrá una implantación principal en las comunidades autónomas de Castilla y León y Andalucía y contará con más de 1.300 millones de euros en ayudas públicas, de los que mil millones deberán ser devueltos íntegramente por el Banco Caja España-Duero.

Es evidente la estructura sobredimensionada con la que convivía la banca en España, pero según avisan desde el sector, con la concentración de bancos va a ralentizar aún más la actividad hipotecaria, ya que las entidades estarán más pendientes de trabajar hacia adentro que hacia fuera. Es decir, de cuidar sus balances antes que de soltar crédito. La recuperación del crédito, con falta de demanda solvente, se antoja casi imposible para este año. En este sentido, la banca habla de un año de tránsito.

Las sensaciones de los inversores hacia la banca española no son buenas. Tras la integración de Cívica a CaixaBank, las acciones de la entidad catalana subieron por el acuerdo, mientras se desplomaban las de Cívica en un 14%. En conjunto, los mercados respondieron con caídas en el selectivo español a esta nueva operación de reestructuración. El Ibex 35 se dejaba cerca del 2% hasta los 7.980 puntos, mientras la prima de riesgo avanzaba a 350 puntos básicos.

La deuda pública parece estar viviendo un segundo ataque en los mercados secundarios, lo que acentúa la desconfianza hacia los bancos. A su vez, la eliminación de la prohibición de las posiciones cortas, ha devuelto los ataques bajistas, que se están centrando en la banca española.

Peticiones de crédito al BCE

Las operaciones de reestructuración bancaria no impiden a la banca española buscar financiación y sanear sus balances por otras vías. La concesión por parte del Banco Central Europeo de créditos al 1% y con una rentabilidad de apenas el 0,25% anima a la banca europea y especialmente a la española a su compra. Gran parte del dinero recibido, que ascendió en términos brutos a 169.802 millones de euros en febrero, lo destinan los bancos a la inversión en deuda pública. Esto reduce los riesgos de los inversores, ya que prefieren prestar capital a un Estado con nombre propio y con nulas o muy lejanas opciones de no devolverlo, que a particulares o empresas. De forma tradicional esta forma de actuar se denomina carry trade, como una estrategia de inversión en la que el sujeto inversor ‘vende’ dinero con una tasa de interés baja y utiliza esos recursos para comprar activos con un interés mayor. Los bancos españoles no son los únicos. El sector bancario estadounidense también se ha apuntado a la compra de la deuda pública con una compra de 78.200 millones de dólares de deuda en los dos primeros meses de este año.