Publicado en Expresión Económica. Artículo de María Muñoz, asesora de Inversis.

Cuando hace unos días me invitaron a escribir este artículo sobre la llamada Década Perdida de España pensé, “ojalá una década sean sólo 10 años”…aunque también el FMI pronosticó 10 años de bonanza económica en 2005 y se equivocó de pleno.

El FMI nos dibuja un panorama que no deja de ser una extensión de lo que ahora ocurre, sin ninguna mejora, como si fuera algo irremediable. Hablar de 10 años vista puede ser necesario, pero se demuestra de poca ayuda. Según los datos del FMI, España no volverá al crecimiento hasta 2013 y lo hará apenas un 0,1%. Sus previsiones dejan claro que no veremos un crecimiento del PIB español cercano al 1% hasta 2014 y que estará por debajo del 2%, al menos, hasta 2017. Pero lo que no nos dice el FMI es que en 2010 y 2011, el PIB español ex construcción ya está creciendo al 2%.

Estas cifras serán así siempre y cuando el Gobierno español no cumpla con el objetivo de déficit marcado por Bruselas del 3%. Les indico que el FMI ha hecho estas previsiones partiendo de la base de que España no va a poder cumplir con este requisito que implica un sobre exceso de austeridad; porque como lo cumpla, la economía se contraerá varios años más. Dicho esto, mejor podríamos llamar Década Perdida a la anterior a la crisis. A esos años de excesos, de vivir por encima de nuestras posibilidades, cuando pudimos haber atajado la burbuja del ladrillo y cuando perdimos una generación que podría haber tenido mejor formación y preparación. Esa generación que prefería colgar los libros y dedicarse a ganar dinero, en la construcción o vendiendo pisos. Nóminas que provocaban esa renuncia a los estudios. También en esa época, nuestros estudiantes más brillantes salían de España para emplear sus conocimientos en la Vieja Europa o en la Nueva América. Como me decía un amigo: “En esa década se cimentaron las bases para un país de ladrillos, sin cabezas”.

Visto esto, no puedo menos que acordarme de Japón, donde su década perdida se ha convertido en 20 años. Japón empezó en 1990.

Encontramos similitudes entre Japón y España, en ambos casos las crisis empezaron después de un período de bonanza económica, caracterizado por un incremento desmedido en los niveles de endeudamiento (apalancamiento) de familias y empresas y la creación de una burbuja especulativa tanto en el mercado inmobiliario como en el bursátil que, al pinchar, asoló el sector financiero con las consiguientes implicaciones dramáticas para el resto de la economía.

Sin embargo, podemos encontrar también diferencias importantes. Japón tenía un Banco Central propio que reaccionó a la crisis bajando los tipos de interés e inyectando liquidez a su sistema bancario rápidamente. En España, dependemos de la política que quiera adoptar el BCE. Mientras en Japón se pudo recurrir a la depreciación de la moneda, España está vinculada a una moneda común, lo que no le permite ni pensar en esta posibilidad. Pero por otro lado, una devaluación –como la realizada por España en 1992 y 1993– significaría dos cosas: “Soy más pobre pero más competitivo” y “aplazo reformas estructurales a costa de empobrecer a toda la población”.

Japón nunca ha reconocido en toda su dimensión los problemas de su sistema financiero, recapitalizó sus bancos lo suficiente para mantenerlos con vida pero no les obligó a ajustar los precios de los activos sobrevalorados ni desprenderse de los de baja calidad. Japón optó por una solución, digamos, lenta. En España aún no lo hemos hecho y se ha actuado con demasiadas contemplaciones a la hora de tomar las medidas necesarias. Aún hoy, al momento de escribir estas líneas no sabemos cómo van a solventarse ciertos problemas particulares de nuestros bancos.

El problema de España no es tanto de insolvencia, al menos de momento, como “de bajo crecimiento y elevado desempleo” como dijo Lagarde (Directora Gerente del FMI).

Pero no todo van a ser malas noticias. En estas últimas semanas hemos conocido que España mejora en competitividad en parte porque los costes laborales han caído muy por encima de lo que lo han hecho en otros países de la Eurozona como Francia, Italia o Irlanda. Y esto ha sentado bien a las exportaciones españolas, que han crecido un 16,8% en 2010 y un 15,4% en 2011. Ya suponen el 20% de nuestro PIB (similar a Francia) y aunque lejos de ser como en la economía alemana en la que las exportaciones suponen un tercio, han crecido más que éstas.

En definitiva, en España sí se están produciendo ajustes y, no olvidemos que, como dijo el cómico A. Glasgow: “Nada es para siempre, ni siquiera los problemas”. 

Página 44 en Expresión Económica. Puedes leer el artículo aquí: http://www.aragonex.com/assets/files/EE%2057%20JUNIO%20WEB.pdf