Este domingo 28 de octubre cambia la hora para adecuarse al horario de invierno. A las tres de la madrugada del domingo tendremos que retrasar el reloj hasta las dos, de forma que éste será el único día del año con 25 horas, en lugar de 24. El final del horario de verano lo marca una directiva europea que afecta obligatoriamente a todos los países miembros de la UE. Aunque el invierno no comienza hasta el 21 de diciembre, el cambio de hora provoca en muchas personas un giro psicológico, que implica dejar atrás los días luminosos del verano, el tiempo de ocio y relajación, y cambiar el ritmo vital para adentrarse en una época de frío, trabajo y anocheceres tempranos.

Según los expertos en psicología y cronobiología, el organismo tarda, en ocasiones, en sincronizar sus biorritmos a estos cambios. Esto puede propiciar, en algunas personas, una mayor irritabilidad, somnolencia, falta de apetito y bajada del rendimiento intelectual e incluso sexual.

El cambio horario, que conlleva para algunos tristeza y rechazo a sumergirse en el ritmo invernal, proporciona, sin embargo, beneficios económicos. Según estimaciones del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía, dependiente del ministerio de Industria, el ahorro que habríamos conseguido durante los meses que ha estado vigente el cambio horario alcanzaría los 300 millones de euros, el 5% del consumo eléctrico en iluminación. De hecho, el cambio de hora comenzó a generalizarse a partir de 1974, cuando se produjo la primera crisis del petróleo y algunos países decidieron adelantar sus relojes para poder aprovechar mejor la luz del sol y consumir así menos electricidad en iluminación.