1. Sería imprudente subestimar los obstáculos que debe superar la Eurozona.

Era inevitable que la rabia creciente expresada en las calles de Atenas terminase por expresarse también en las urnas. Una salida de Grecia sería extremadamente dolorosa para el país, que se desligaría de los mecanismos de financiación exterior. De ahí las distintas posturas de negociación que asustan a los mercados, pero no logran ocultar el hecho de que una salida de Grecia de la zona del euro no le interesa a nadie a corto plazo. La hipótesis, en una situación como esa, de una intervención masiva del BCE en concertación con otros bancos centrales también es justificable, y podría dar un nuevo respiro a los mercados. Sin embargo, incluso para los países que intentan poner en marcha valientes planes de ajuste presupuestario, esta falta de crecimiento reduce sus probabilidades de éxito y hace que la aceptación social de las medidas sea más difícil. Desde finales del mes de marzo, los tipos de interés que exigen los inversores internacionales para prestar dinero a Italia o España han aumentado rápidamente. España, concretamente, debe pagar ahora un interés similar al que tuvo que asumir antes de la actuación del BCE del pasado diciembre. El reciclaje mediante la compra de deuda pública de la liquidez concedida por el BCE a los bancos sólo ha sido una tregua pasajera. Por el contrario, ha reforzado aún más la funesta relación entre la situación económica de los países y el riesgo bancario. La desconfianza de los mercados en relación con los estados se propaga a los bancos, que temen una evasión de su base de depósitos. Y es aquí donde reside el mayor desafío, puesto que el total de los depósitos de los bancos italianos y españoles representa 17 veces la suma de los depósitos de los bancos griegos.

2. No se desmantela la zona pero tampoco hay una receta milagrosa.

Alemania y el BCE se encuentran ya en una situación muy desagradable al tener que evitar imperativamente el riesgo de un desmembramiento de la zona -cuyo coste sería exorbitante para ellos- y, por lo tanto, tener que garantizar el papel de reiterado benefactor de los países más débiles, lo merezcan o no. La emisión de Eurobonos, que desde el punto de vista alemán equivaldría a regalar a los países débiles las condiciones de financiación obtenidas por Alemania por méritos propios, se rechazará tanto tiempo como sea posible. Aunque la aceptación por parte del Ministro de Finanzas Wolfgang Schäuble del principio de una inflación en Alemania —que podría ascender al 3%— supone un primer paso, la ejecución de los profundos ajustes fiscales y externos necesarios para volver a levantar la economía europea tomará mucho tiempo.

3. Una situación relativamente más positiva en Estados Unidos y los países emergentes.

Por su parte, los Estados Unidos gozan de una especie de «resurgimiento» de su economía. Este movimiento sigue estando condicionado por la confianza de los consumidores. Pero si la situación en Europa no se agrava hasta el punto de hacer descarrilar esta dinámica, aún encontraremos en Estados Unidos oportunidades de inversión satisfactorias (en los sectores de las tecnologías, la energía o los bienes de consumo destinados al universo emergente). Por su parte los países emergentes deben conseguir gestionar con éxito la delicada situación de ralentización de sus economías. Este es especialmente el caso de China, donde las autoridades han conseguido frenar la amenaza inflacionista, pero a costa de una considerable ralentización de las inversiones inmobiliarias a la que se añade a día de hoy el descenso de las exportaciones hacia el mundo desarrollado. No obstante, las autoridades chinas gestionan eficazmente la ralentización. En estos tiempos, la evolución de los hábitos de consumo, vinculada con el aumento del nivel de vida de las clases medias, representa más que nunca el núcleo del reajuste de la economía. Por ello, las desgracias de la zona del euro deben verse en perspectiva. Si, a corto plazo, los habituales movimientos de capitales que provoca el aumento de la intolerancia al riesgo pueden ser una fuente de volatilidad, no hay que perder de vista las tendencias más amplias de la economía real.

4. Controle su velocidad, verifique sus instrumentos y mantenga el rumbo.

Nuestra estrategia de inversión, por consiguiente, sigue anclada en las mismas convicciones de gestión que nos han guiado desde el principio de esta crisis: utilizar de forma activa una amplia gama de herramientas de gestión del riesgo de mercado (gestión activa de los niveles de exposición y de sensibilidad a los tipos de interés, sobreponderación de los activos en dólares, dificultades sectoriales muy identificadas), y mantener una estructura de cartera centrada en las zonas temáticas que ofrecen la mejor visibilidad a medio plazo.