Déjenme empezar esta nota admitiendo que mis predicciones sobre un eventual acuerdo entre las partes fueron completamente erróneas. Peor aún, revelan un profundo desconocimiento de las verdaderas intenciones políticas en Grecia. El hecho de que la mayoría de analistas y políticos de ambos lados cometieran el mismo error supone, en modo alguno, consuelo defendible.

Dicho esto, tratemos de considerar las consecuencias prácticas del rechazo griego a las reglas europeas (y a sus burócratas).

Es de suponer que el resto de países de Europa no va a cambiar ahora sus principios de “solidaridad a cambio de responsabilidad”. El presidente del Parlamento Europeo Martin Schulz lo dejó muy claro ayer al desvelar su perspectiva sombría para los ciudadanos griegos. El discurso televisado de Tsipras y de su ministro Varoufakis, tildando de “terrorismo” la actitud de Europa para con Grecia, no ayudarán. Vamos, pues, directos al peor escenario (económico) para Grecia.

Dado que Grecia contribuye ya con menos de un 1.8% al PIB de la Eurozona (237bn € vs 13.4 trn €, con datos de diciembre de 2014), y no comparte frontera con ningún país de la UE, a excepción de Bulgaria, tanto el destino económico de Grecia, como su deriva política, debieran preocupar poco o nada a los ciudadanos europeos y a los ahorradores internacionales.

Como es normal, no todo el mundo piensa de la misma forma. Hay quien defiende la tesis de que el riesgo de contagio es elevado. Tras escuchar pausadamente a los proponentes de esta visión, he alcanzado a aislar los canales a través de los cuales (según ellos) se produciría ese contagio: (1) Desestabilización de los mercados financieros. (2) Desvertebración de otros países miembros de la UE que están en una situación similar a Grecia, y (3) mediante el afloramiento de escenarios (resultados) políticos inesperados. Bien. Tal y como especificó recientemente Mark Roe (profesor de Harvard y autor de estudios sobre el impacto de la política en el mundo corporativo), “cada una de las tres amenazas mencionadas parecen controlables”.

Para ultimar esta tranquilizadora valoración, añadiría lo siguiente: respecto a la amenaza de desestabilización de los mercados financieros, ya mencionamos la semana pasada que contamos hoy con nuevos mecanismos de estabilización de los mercados. Instrumentos que, en su conjunto, pueden representar un flujo combinado de entre 1.5trn y 2 trn €. Cantidades mas que suficientes para evitar dicha amenaza de desestabilización.

Respecto a la amenaza de desvertebración de otros países miembros de la UE que estén en una situación similar a la de Grecia, decir, simplemente, que ningún país está en una situación, ni por asomo, similar a la de Grecia.

Y por último, respecto a la tercera posible vía de contagio, y que se refiere a escenarios (resultados) políticos inesperados y alternativos; tan sólo comentar que hemos presenciado, en países centrales como Reino Unido y Francia, sendas victorias aplastantes del conservadurismo económico. Con Cameron en Inglaterra y Sarkozy en Francia, los ciudadanos de una buena parte de Europa se encargaron de propinar un descalabro a corrientes económicas alternativas, lo que me hace poner en seria duda la amenaza de escenarios políticos alternativos.

Debo reconocer que el contagio político parece mayor al contagio financiero, y la sensación es que España (antes que Italia y Portugal), es en donde ese contagio político puede darse de forma mas evidente. Sigo pensando, no obstante, que con los datos de hoy se me hace difícil contemplar una situación política en España similar a la de Grecia.

No. Ninguna de las tres vías supone, en mi modesta opinión, un canal por el que puedan colarse elementos de contagio.

¿Y sobre Grecia? Dependerá de si el BCE sigue manteniendo al sistema financiero griego “enchufado”. Algo que veo difícil, dado que Draghi debe estar pensando en cómo presentar el inminente “write-off” de los bonos griegos que tiene en activo como colateral.

Si la desconexión se lleva a cabo (algo casi inevitable en ausencia de algún milagro), Tsipras estará mas cerca que nunca de su propio fin (a pesar de haber ganado dos elecciones en menos 6 meses). Si Grecia “impaga” los 3.5bn € al BCE el 20 de Julio (como parece previsible), la desconexión hará que Tsipras se vea incapaz de pagar a sus funcionarios y pensionistas en euros, viéndose forzado a imprimir algún nuevo tipo de divisa (¿el Greuro?) y contradecir sus repetidas promesas de que “una victoria del NO es perfectamente compatible con mantenerse en el Euro”. El incumplimiento de esta promesa puede, sin duda alguna, minar el soporte político de Tsipras. Cierto es que la victoria ayer de Syriza convierte este riesgo de rebelión en algo poco probable a corto plazo. Antes será necesario un deterioro substantivo de la economía griega (algo inevitable en los próximas meses).

¿Que podría evitar todo esto? Como he dicho, un milagro. Que la UE acepte lo que Syriza demanda: confesiones públicas de culpa por las políticas impuestas. Condonaciones explícitas de deuda. Reversión de la austeridad, en favor de la propuesta griega de “negligencia benigna”. Si tales concesiones tuvieran lugar, los gobiernos de Alemania, Holanda o Finlandia perderían toda su credibilidad al “debilitar” las reglas bajo las que se rigen ellos mismos. En Eslovaquia y los Países Bálticos, los votantes se rebelarían por subsidiar lo que a ellos no les subsidiaron. O lo que es peor, los partidos mas euroescépticos (Cinco Estrellas en Italia, Podemos en España, Sinn Fein en Irlanda, etc…) tendrían alas al contemplar como la política sensacional de confrontación directa supone un éxito a la hora de acabar con la austeridad y las escasas reformas estructurales que se han hecho en los últimos meses. No. Europa no puede, en verdad, hacer ya nada por Grecia. Salvo hacer lo mínimo, por el máximo tiempo. Mantener el ELA tal y como está hoy (congelado) podría responder a éste acuerdo de mínimos. Creo que será lo que veremos. Eso evitaría la quiebra inmediata de los bancos griegos, aunque los dejaría cerrados y en el limbo (como a la economía), a la espera de nueva liquidez. Por lo demás, las instituciones europeas van a poner todo su empeño en estabilizar los mercados. 

Sobre éstos (los mercados), no hay cambios en cuanto a nuestros targets. Inestabilidad limitada a corto plazo. Revalorizaciones a medio plazo. Quizá, lo mas curioso se vea en la divisa. Es posible que el BCE deba enseñar músculo para evitar el contagio y deba acelerar la expansión de base monetaria. Ello puede llevar a muchos a pensar en una presión bajista para el Euro, pero lo cierto es que la actitud mas que probable de Europa para con el resto de países (haciendo concesiones discretas en los objetivos de austeridad fiscal para así fortalecer a los gobiernos actuales y desincentivar a los euroescépticos), pueden hacer presagiar incluso una mayor recuperación. Si a eso añadimos que la Fed y el BoE pueden dar signos de que deben responder ahora a los nuevos riesgos creados por Grecia, todo puede resultar en una inusual fortaleza de la divisa europea (por extraño que les parezca). A largo plazo, no obstante, seguimos apuntando hacia la paridad.

Cordiales saludos

Álex Fusté, economista jefe de Andbank

@AlexfusteAlex