La pregunta que me hacen hoy es: ¿acabará toda Latinoamérica abducida por esta corriente política? o más bien: ¿debemos pensar en una nueva era para las principales economías de la región?

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Por todos es sabido que dos fuerzas contrarias venían operando en Latinoamérica en la última década:

Por un lado, el llamado Foro San Pablo o UNASUR: promovido por el Ecuador de Correa, la Venezuela Chávez, el Brasil de Lula, la Cuba de Raúl Castro, la Nicaragua de Daniel Ortega, la Argentina de los Kirchner o incluso la Uruguay Mújica.
Por otro lado tenemos el llamado ‘Grupo Eje-Pacífico’, o los valedores de los organismos internacionales, promovidos por Perú, Colombia, Chile, México, etc.

La buena noticia es que , en la práctica, la primera fuerza está desapareciendo y la región está apartándose cada vez más de esas tendencias políticas basadas en los subsidios infinitos (eso sí, sin capacidad de financiación ni crecimiento real que las respalde). Y es que esa ola de socialismo que emergió en los 90 rompió recientemente, ya sea por corrupción o por fallecimiento de sus promotores. Los sobrevivientes: gerontes cubanos, tiranos en Nicaragua, herederos en Venezuela, se mantienen a base de fuerza y hambruna. El resto de países (la mayoría) ya han abandonado tal corriente, como se ve en el gráfico.

UNASUR: En verde fuerte los estados miembros. En verde claro los estados que ya no pertenecen al UNASUR

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Una proyección para la región

En tal marco, es clave vislumbrar el camino que seguirán Brasil y Argentina y eso dependerá, como bien escribió recientemente el respetado E.G. Avogadro, de si los electores conocen las recetas para solventar los proyectos populistas: (1) Reinstalación cepos cambiarios, (2) Renovado impulso a la monetización, (3) Menos estadísticas oficiales, (4) Arbitrarias confiscaciones, (5) Menos inversión en energía, (6) Más impuestos, (7) Nuevo default en deuda externa, etc.

Mi sensación es que el votante conoce de sobra los efectos de tales recetas (tan solo tienen que echar una mirada al gráfico que les propongo sobre el tipo de cambio en Venezuela), lo que me hace pensar que, aunque tenga que taparse la nariz, como dice el escritor, votará alejarse definitivamente de las promesas realizadas por demagogos y expertos del latrocinio.

Por supuesto es solo una percepción; pero, de ser cierto, podríamos ver el inicio de una era de progreso en los principales países de la región.

Cordiales saludos,

Álex Fusté

Economista jefe