La reforma financiera sigue dando pasos y sin acabar. En el Consejo de Ministros de este viernes, el Gobierno estableció por Real Decreto la creación de sociedades inmobiliarias para que los bancos traspasen sus activos inmobiliarios. Es decir, creación del llamado ‘banco malo’, que será obligatorio para la banca. El traspaso debe hacerse con valoraciones guiadas por el sentido común para sanear por fin los balances y alejar las dudas. Cada año las entidades deberán vender al menos un 5% de esos activos. En otras palabras, la cosa podría demorarse hasta 20 años. Esto, en el peor de los escenarios.

En términos académicos el “banco malo” es en realidad “el fondo para la reestructuración de los activos financieros”, es decir, una entidad financiera que ayuda a limpiar los activos inmobiliarios problemáticos de los balances bancarios al comprarlos a precios de mercado y obligar a los bancos a amortizarlos.

Esta sería la primera definición de banco malo, la más ética por el hecho de obligar a los bancos a esa amortización y a limpiar así sus balances, independientemente de que por ello el resultado del ejercicio recaiga en pérdidas en lugar de en ganancias, algo por lo que ha optado España. Pero existe otra posibilidad de banco malo, aquella en la que éste compra los activos tóxicos a precios inflados, no a los de mercado, para evitar grandes caídas monetarias en los balances del banco en cuestión. Los bancos malos se pueden ubicar en el seno de una entidad financiera, con lo que las pérdidas que se produjeran estarían soportadas por los accionistas, y también pueden ser públicos, lo que significa que las pérdidas correrían a cargo del contribuyente.

Adoptar unas u otras opciones tiene consecuencias muy distintas tanto para las propias entidades como para el sistema mismo. La principal es la mayor posibilidad de bajada inmediata del precio de los inmuebles si se opta por deshacerse de los activos tóxicos a precios de mercado. El problema redundaría entonces en quién sería el encargado de financiar ese supuesto banco malo. Acudir a inversores internacionales siempre daría un punto más de credibilidad a la estrategia.

Otras experiencias: Alemania e irlanda 

En la historia reciente hay dos ejemplos cercanos: Alemania e Irlanda. Los precios fueron muy diferentes y las posteriores consecuencias también. Irlanda creó la Agencia Nacional de Gestión de Activos (NAMA), que en febrero de 2010 empezó a comprar activos de cinco entidades por 71.000 millones de euros. La deuda pública del país se disparó por encima del 75% del PIB y en noviembre de ese año Dublín tuvo que aceptar el rescate de la UE y el FMI. Finlandia, Noruega y Suecia afrontaron su crisis bancaria de los años 90 con esta fórmula y les salió bien. Los países escandinavos crearon un banco malo por entidad, y no uno común como lo hizo Irlanda.

Alemania optó también por crear un banco malo por cada entidad con problemas donde se comprasen los activos tóxicos prácticamente al precio que los tenían los bancos en su balance. En 2009 el país teutón dio luz verde a esta constitución de bancos malos por parte de sus entidades. WestLB y Hypo Real Estate crearon los suyos con más de 200.000 millones de euros en activos tóxicos. Las entidades no tuvieron que anotarse pérdidas ni buscar capital adicional. En cambio, el Estado tuvo que vender esos activos a precios inferiores, y fueron los contribuyentes los que finalmente pagaron la factura.