A mi paso por la A7 justo entre Mijas y Fuengirola, cuando mis vacaciones tocan a su fin, en el salpicadero de Golf se enciende una luz roja que indica que algo no va bien… Bufffffff! Con el inevitable gesto de fastidio dibujado en mi rostro aminoro la velocidad para pararme en el arcén. Iba a abrir el capó…, pero lo cierto es que iba a ser más un gesto de cara a la galería que un intento efectivo de resolver el problema. Mi conocimiento de mecánica se reduce al grupo de enseñanzas que heredé de mi autoescuela hace más de una década.

– ¿Para qué liarla…?, -pienso-  mejor llama a los del seguro que para algo lo pagas.

Con el prometido encuentro con una grúa de ayuda en carretera que a través del teléfono me ha proporcionado una amable señorita que se llama Yeremi (¿?) pulso el botón de colgar y cuando bajo la mirada veo el paisaje bajo mis pies: un envoltorio de Calippo sabor lima-limón desvaído por el sol, una bola de papel de aluminio sin brillo sobre un suelo duro, seco, marrón. Un trozo de periódico donde creo intuir al ministro Montoro explicando algo. España en la cuneta. Pero es aún más revelador levantar la vista. A lo lejos la playa. La gente. La sombrilla de Cruzcampo. Todos de espaldas a mí; todos de espaldas al monte. Lógico; al otro lado de la carretera todo es gris, negro. Todo se ha quemado hace unas semanas. Es una bonita metáfora de la vuelta a la realidad. Tras el merecido descanso estival, retornamos para darnos cuenta de que a nuestro alrededor no hay más que ceniza y un futuro que difícilmente ofrece brotes verdes. Y es en la espera cuando reflexiono sobre varios temas que me parecen signos de lo que viene.

Olvido Hormigos. Su cuota de tiempo en los noticiarios ha sido a mi entender un dislate. No sé si me importa cómo se masturba o si le gusta grabarlo o si su “amigo íntimo” futbolista de Los Yébenes distribuyó el vídeo. Sí sé que éstas no son las cosas que me preocupan. Hombre son morbosas…, dan para tres o cuatro chanzas, dirán ustedes. Ya. Ojalá alguien se encargara de hacer un juicio crítico sobre el funcionamiento del sistema eléctrico español y la que nos acaba de caer con la “reforma Soria”. Sigan mi pensamiento:

En España nos preocupan las energías renovables. Por ello nuestros políticos deciden subvencionarlas. Y lo hacen en forma de aseguramiento de un precio muy por encima del de la tarifa. Bien, parece lógico reducir nuestra dependencia de combustibles fósiles y apostar por una mayor independencia energética. No sólo eso, sino también tratar de promocionar un posicionamiento industrial puntero en el mundo en una industria a la que se adivina un futuro sólido. Sólo sé una cosa: al final los parques fotovoltáicos se han convertido en productos financieros para familias ricas. La planificación de la capacidad instalada ha tenido por impulsores: la tarifa subvencionada, el apalancamiento con cargo a fondos públicos o cajas regionales, la disponibilidad de suelo junto a una torreta de línea de 400 kv o una subestación. Financieros con sus hojitas de cálculo diseñan un producto con ingresos casi asegurados, márgenes estables,… La broma se llama 2.074 millones de euros en primas hasta julio. Una simple regla de tres nos deja una “ayuda” a estos pobres industriales de 4.000 millones de euros. Una industria que no crea empleo; o si lo hace es en China o Alemania donde se fabrican mayoritariamente los componentes de mayor valor añadido: las placas solares. Bueno, sí. Aquí hemos recurrido a las empresas constructoras para la obra civil: retroexcavadoras y pilones de hormigón. Nuestro valor añadido: la construcción, ¡otra vez!

¿Saben cuál es el problema? Que el déficit de tarifa ha llegado a un punto no sostenible. Para eso nuestro ministro Soria ha diseñado un plan que grava la generación eléctrica. Es decir que afecta a las empresas que producen la electricidad ¡Qué bueno es mi ministro que castiga al poderoso! Frenen ese sentimiento. Ver a Soria vestido de Robin Hood es tentador lo sé: las calzas verdes ajustadas, el bigote recortado a lo Errol Flynn. Mmmmm. Pero, no es el caso. ¿Cuánto creen que queda para que nos hagan una subida de la luz? Sospecho que acabaré siendo yo el que pague los impuestos al sector eléctrico. Me veo fuera de la Tarifa de Último Recurso antes de que cante un gallo… Siempre me quedará el consuelo de saber que no son muchos los parques fotovoltáicos que se “enganchan” POR LA NOCHE a la red mientras un generador diesel alimenta unos potentes focos que alumbran las placas. Eso es historia. Creo.

Hungría y Zimbabwe

Hungría. Según los datos del Cato Institute los magiares poseen el récord histórico de hiperinflación. Un 195% diario. O lo que es lo mismo un IPC anual de 1,30 x 1016 %. Esta cifra se alcanzó en 1946.  Algo más cercano en el tiempo son las cifras de Zimbabwe de 2008 con un 98% diario. Estoy convencido de que Weidmann, a la sazón presidente del todo poderoso Bundesbank, tiene familia húngara o quizá de Zimbabwe… No. Bien pensado, este último caso no parece probable. Mendel me lo dice. Si no, no puedo entender lo ocurrido en la primera semana de septiembre. No lo puedo asegurar, pero por lo leído, parece que Weidmann ha sido el único que se ha opuesto a Draghi (¡alabado sea su nombre!) en su tarea de estabilizar el mercado mientras este se acercaba al precipicio. Sólo puedo entender su postura desde los miedos atávicos colectivos que subyacen en el subconsciente de la nación germana. ¿Saben cuál es el problema? Que ahora el que tiene miedo soy yo. Mi amigo el italiano le ha dado una buena tunda al nibelungo, que… ¿saben a quién va a estar esperando en el callejón oscuro con la compañía de los hombres de negro? Efectiviwonder… a nosotros. Igual lo estoy viendo al revés que todos, igual me equivoco. Pero, creo que los que estamos deseosos de recibir el rescate somos nosotros. Y quizá los alemanes son los que están apretando las clavijas hasta el infinito (y más allá). Yo lo haría. Especialmente después de haber escuchado a Montoro tras explicar los datos regionales de déficit público de la primera mitad de año y asegurar que se está en la senda de cumplir el 1,5%. ¡Qué miedo!

Luis, Luis, Luis. Querido ministro de Guindos (quiero decir, de Economía). Qué sensación al oír que, mientras la fiebre te castiga, presentas y defiendes un nuevo programa de reformas en Chipre que nos anunciarás el próximo 27 de septiembre. ¿Será la próxima reforma la de mi pensión? ¿O quizá la de las duplicidades administrativas?

Viene la grúa y la pregunta del conductor no deja lugar a dudas:

  • Perdone, ¿hay heridos? ¿le pasa algo? Le veo muy pálido
  • Es mi cara, no se preocupe.

Me imagino a mí mismo como al general Torrijos en las playas malagueñas en aquel diciembre de 1831. Traicionado junto a sesenta de los suyos por el gobernador Vicente González Moreno.

Inmortalizado por Antonio Gisbert, su rostro es el reflejo de quién va a morir fusilado. Un personaje que tras el Trienio Constitucional no cejó en el empeño de acabar con el régimen del nefasto Fernando VII, pero que cayó por las libertades de las generaciones venideras. Échenle un ojo a la obra y observen a Torrijos. Creo que en el fondo su mirada es la de muchos españoles que anhelan la vuelta de tiempos mas agradables, pero que saben que se enfrentan a momentos trascendentes. Quizá no exentos de un punto trágico.