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A escasos días de la temida fecha del 17 de octubre, el mundo se pregunta qué pasará si demócratas y republicanos no alcanzan en las próximas horas el imprescindible acuerdo para elevar el techo de la deuda pública estadounidense.

Se acaba el tiempo antes de que las arcas del Tesoro se queden sin líquido y voces como la de Christine Lagarde, directora gerente del FMI, ya han advertido de que la economía mundial podría verse abocada a un «trastorno masivo». ¿De verdad es para tanto? ¿Por qué los mercados no se resienten con la incertidumbre?

El actual es un contexto general alcista, lo que, unido a la tácita garantía de la Reserva Federal, hace que impere la calma. Nadie piensa que, al final, los Estados Unidos vaya a dejar de hacer frente a sus deudas. Marian Fernández, directora de Estrategia de Inversis, lo tiene claro: «Algún analista ha dicho que si Estados Unidos no paga es como que Gran Bretaña se quede sin monarquía, algo inconcebible», pero añade que «tampoco nunca pensamos que la Administración Federal fuera a cerrar». Tampoco las agencias de calificación, que, de momento, se mantienen a la expectativa creen que vaya a llegar la sangre al río. Hasta que no exista una percepción de deterioro real de la situación económica, algo que por ahora no reflejan los indicadores, no es previsible que la situación se descontrole.

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