Cuando compramos unas acciones esperando que suban, estamos operando con posiciones largas. Un ejemplo sencillo es un inversor que cree que una determinada divisa se apreciará en el corto o largo plazo y por lo tanto compra una cantidad de la misma. Dicho inversor espera que la divisa aumente su valor con el tiempo, cuando ocurre, podrá venderla a un precio mayor que el que ha pagado por ella.

Las posiciones cortas o bajistas son exactamente lo contrario. Las utilizan los inversores cuando creen que el mercado va a caer y quieren sacar rentabilidad de ello o para proteger su posición cuando ven demasiada volatilidad.

Siguiendo con el ejemplo de las divisas, para operar con una posición corta el inversor vende una divisa que piensa que va a perder valor en el corto o largo plazo. Si, tal y como el inversor cree, la divisa disminuye su valor, podrá comprarla de nuevo más barata que cuando la vendió.

Para operar con posiciones cortas, los inversores toman prestados títulos de una compañía, que tendrán que devolver en un futuro, y los venden en el mercado como si se tratase de acciones de sus propias carteras. El objetivo es comprar de nuevo esas acciones cuando los títulos hayan caído hasta los niveles esperados, para a continuación devolver esas acciones a quienes las prestaron (venta a crédito).

La CNMV ha mantenido el veto a las posiciones cortas durante seis meses, hasta el pasado 31 de enero de 2013, en un intento por frenar la volatilidad de la renta variable. Desde el punto de vista del mercado, los bajistas aportan liquidez al sistema ya que si hay inversores bajistas,  habrá más gente a la que poder comprar y vender acciones.