Publicado en La Razón, por Fernando Hernández García, Responsable de Gestión de Inversis
Después de un mes en el que los mercados de renta variable han hecho algunas de las mayores revalorizaciones de los últimos tiempos (¡el Ibex +20%!) y la ya famosa prima de riesgo ha pasado de los 600 puntos básicos a estar por debajo de los 500, la profecía de septiembre y su sombra parece que ha sembrado ciertas dudas esta semana. Digo la profecía, porque era raro escuchar la radio o leer la Prensa sin darse cuenta de que todos los analistas están esperando a las primeras semanas del nuevo mes para volver a entrar en terreno pantanoso: «Yo no me fiaría hasta septiembre de este mercado»; «está subiendo la renta variable (bajando la susodicha prima), pero no me lo acabo de creer».
Como si semejantes vaticinios se autocumplieran, los últimos días han puesto algo de sordina al asunto. Han bastado unas declaraciones de Juncker, presidente del Eurogrupo, alargando la solución a los problemas griegos, para que el mercado se vuelva a estresar. Mentiría si insinúo que las semanas próximas no van a generar mayor volatilidad que el plácido agosto, pero todos los operadores del mercado saben que no hay activo que suba o baje sin freno en el camino.
Por ello, antes de pensar en un nuevo giro brusco del mercado y responder a la eterna pregunta de si volveremos a asomarnos al abismo, analicemos qué ha cambiado y qué permanece inalterado respecto a la última semana de julio.
En el punto supremo de los cambios están las palabras de Draghi –«haré lo que sea necesario»–, que para mí supone pintar una línea que nos aleja unos metros del abismo.
No olvidemos que Monti, Hollande e incluso Merkel suscribieron sus palabras. Por debajo de esto, no obstante, permanecen las dudas sobre si España y/o Italia solicitarán la intervención del FEEF, cómo y cuándo. No es una duda menor, ya que cuanto más pase el tiempo sin resolución más presionará el mercado. En otro orden de cosas, Grecia se debate entre alargar su agonía o tomar alguna decisión drástica. La repercusión de una hipotética salida del euro es, a pesar de su pequeño tamaño, incierta. En última instancia, España debe resolver su problema con el sector financiero y que la solución sea firme y creíble.
Las anteriores cuestiones son de suficiente calado como para que inquieten al mercado, por lo que la volatilidad parece que será creciente (ha sido muy baja en agosto), pero no podemos aventurar que estamos en el preámbulo de otro final de julio. El mercado debería agarrarse como un clavo ardiendo al «lo que sea necesario» de Draghi.
Fernando Hernández García
Responsable de Gestión de Inversis
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