Durante estos últimos meses, la recuperación económica, la política monetaria laxa y la expansiva política fiscal con una economía “real” a medio gas ha dado pie a los agentes económicos a afrontar con optimismo las inversiones. Si a esto añadimos que los activos de bajo riesgo en un entorno de mejora económica y ciertas tensiones en precio pierden su atractivo, los ojos de los inversores se centran en los activos de riesgo.


Esta situación provoca que muchos de estos actores del mercado financiero dibujen un futuro optimista para estos activos: desde inversores minoristas a las propias compañías, pasando por los analistas están adoptando una posición que quizás empiece a ser excesiva.

Este optimismo de los agentes económicos y la disponibilidad de liquidez ha provocado que el flujo de dinero se traslade hacía esos activos de riesgo.

Este optimismo se ha trasladado a los mercados de renta variable en una entrada de flujos históricos. En estos últimos meses tras la aprobación de la vacuna de Pfizer se ha puesto más dinero en el mercado que en los doce años anteriores (años no es un error tipográfico).

En otros inversores también se puede ver ese optimismo. Las posiciones cortas en Estados Unidos están en mínimos históricos y el posicionamiento de los inversores institucionales se encuentran en renta variable alcanza niveles que anteriormente no han sido sostenibles.