En términos económicos un «banco malo» es un fondo para la reestructuración de los activos financieros, es decir, una entidad financiera que ayuda a limpiar los activos inmobiliarios problemáticos de los balances bancarios al comprarlos a precios de mercado y obligar a los bancos a amortizarlos. Esta sería la primera definición de banco malo, la más ética por el hecho de obligar a los bancos a esa amortización y a limpiar así sus balances, independientemente de que por ello el resultado del ejercicio recaiga en pérdidas en lugar de en ganancias.

Pero existe otra posibilidad de banco malo, aquella en la que éste compra los activos tóxicos a precios inflados, no a los de mercado, para evitar grandes caídas monetarias en los balances del banco en cuestión. Los bancos malos se pueden ubicar en el seno de una entidad financiera, con lo que las pérdidas que se produjeran estarían soportadas por los accionistas y también pueden ser públicos, lo que significa que las pérdidas correrían a cargo del contribuyente.