Los CFDs son instrumentos financieros que permiten al cliente participar en las subidas y bajadas del precio de acciones, índices o materias primas, sin necesidad de ejecutar la compra ni desembolsar el total de efectivo operado. Es un contrato por diferencias, en el que el inversor sólo tiene que aportar una pequeña parte de la inversión total a modo de garantía, consiguiendo así un alto grado de apalancamiento. Al no ejecutar las operaciones en bolsa, evita los molestos cánones de bolsa y comisiones de administración, liquidación y custodia.

El valor del CFD está directamente vinculado a la evolución del precio del activo subyacente. Por ello, una subida de un euro en el precio de éste, significará una subida de 1 euro en el precio del CFD sin que haya ninguna otra variable que le afecte. De este modo, evita perturbaciones en la formación del precio difíciles de comprender como: la volatilidad, la proximidad al vencimiento, etc.

El CFD, a diferencia de las opciones y los futuros, no tiene vencimiento, y se liquida cuando lo decide el cliente, intercambiando la diferencia del precio del subyacente en el momento de compra y de venta. Los CFDs permiten tomar posiciones bajistas (ventas en corto), de manera que, si un inversor piensa que el precio de un valor o de un índice va a bajar, puede venderlo sin previa adquisición y obtener beneficio cuando luego posteriormente cierre la posición a un precio inferior. Estas ventajas frente a la operativa tradicional en acciones convierten al CFD en un producto ideal para aprovechar movimientos en el corto plazo -trading intradía- del mercado de valores.

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